Images of big areolas with no nips on them. Not the kinkiest fetish but mine
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Bueno amigos, aquí les dejo los ultimos 2 capítulos del primer episodio de mi libro. Espero que les agrade y que compartan su opinión si gustan leerlo, acepto opiniones y criticas.
Aquí les dejo la primera,
segunda y
tercera parte, para que tengan más contexto ;) si este post logra llegar a la increíble cantidad de un comentario seguiré posteando el siguiente episodio en este mismo medio y con el mismo formato (esto puede ser una promesa o una amenaza dependiendo de si les agrada o no el texto).
CAPÍTULO 10 Cubierta por una manta y con el cabello todavía goteando, Tesa tenía su mirada fija en el suelo. Su rostro estaba carente de cualquier expresión o sentimiento, pero jugueteaba con sus manos como un gesto ansioso. Sentía que estaba empapando el sillón, al cual le habían quitado el recubrimiento de plástico para convertirlo en una cama improvisada. Todavía sentía el sabor empalagoso de Glyko atascado en sus dientes.
Bug entró a la sala con un plato y un vaso de agua en sus manos, dejándolos frente a ella. En el plato había dos sándwiches de queso fundido con jamón recién cocinados, un plato algo depresivo, pero ya se les habían acabado el resto de insumos.
— ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? — Dijo Bug.
Tesa no respondió, siguió moviendo sus dedos sin cambiar la expresión en su rostro.
— Se me había olvidado que no habías comido nada, debí prepararte algo desde antes de que te bañaras, pero tú tampoco me dijiste que tenías hambre, ¿sabes?
No hubo respuesta.
— Voy a prepararte un té. Los que le compro a Mon sirven para que pueda conciliar algo de sueño, igual y a ti también te sirven… Y, hablando de Mon, adivina qué.
Bug se sentó en el pequeño sillón junto a Tesa. Continuó:
— No es por presumir mis habilidades de convencimiento, pero acabo de hablar con ella. Conseguí algo de su ayuda, me dijo que no le parece bien que no la quieras ayudar, pero que de todas formas te va a conseguir una manera de salir de la ciudad a salvo, una más segura. Va a tardar unos días, pero más nada puede hacer por ti…
Tesa se mordió el labio y, lo que es más, parpadeó un par de veces, sin dejar de ver su comida.
— Bueno, ehm… si no quieres comer me avisas para guardártelo en el refri, pero deberías comer algo… Deja te preparo un té.
Se levantó y caminó hacia la puerta de la cocina.
— La voy a ayudar. — susurró Tesa, sin cambiar su postura.
Bug se detuvo en seco. Volteó con Tesa.
— ¿Cómo dices?
— Voy a ayudar a Mon.
Bug regresó y se paró junto al sillón, frunciendo el ceño.
— ¿Ayudarla cómo?… — El rostro de Bug se retorció a una amalgama de ofensa, frustración y enojo mientras más entendía lo que Tesa le estaba diciendo.
¡Pero si m…! ¡¿Tienes una idea d…¡? ¡¿A caso te imaginas lo que…?!
Tesa relamió sus labios.
—Quiero decir, ¡ella lo va a apreciar mucho! pero, ¡¿Qué pasó con tú “no me quiero exponer a más riesgo”?! Creí que tú…
— Sí, lo sé… pero quiero hacerlo.
— Pff, vaya. ¡¿Pues qué carajos pasó en el baño?! ¿Tan fuerte te pegaste en la cabeza?
— No… fue algo que vi… como un recuerdo, o algo del estilo.
Bug levantó las cejas. Tesa giró su cuerpo hacia él levemente sin dejar de fijar la vista en el suelo, agitando su cabeza como negando ideas erróneas de su recuerdo.
— Me estaba bañando y… de la nada estaba en otro baño. Era de día, había una señora, creo que era mi… bueno, yo pienso que era mi mamá. Era bonita… estábamos viendo las noticias, algo acerca de unas explosiones. Una calle, era una calle que había explotado en… la colonia…
— ¿Obreros? — Bug interrumpió.
— Sí… sí ¿Cómo sabes?
— Uhm, ¿Tú cómo lo sabes?
— No lo sé, pero lo recuerdo muy bien. Había mucha gente entre los escombros… — Tomó aire y sobó su cara. Notó lo débil que estaba cuando vio su mano temblar. — Es la cosa más cercana que tengo a un recuerdo, y quiero saber más… por eso voy a ir con Mon.
— Okay… ¿Segura que no estás mezclando una alucinación con algo que viste hoy, en alguna parte de la ciudad? Quiero decir, eso que me dices podría ser cualquier alucinación inventada o algo del estilo, ¿no crees?
— Desde que me escapé la única noticia que he visto por todos lados soy yo. ¿En dónde pude podría haber visto algo así? Hasta puedo decirte la hora exacta, pasó a la una con cincuenta y dos de la tarde, según lo que dijeron en las noticias. Te diría el día si lo hubiera visto en algún lado, lo sentí como si lo hubiera vivido hace apenas unos minutos.
— Es imposible.
Tesa rodó los ojos.
— Ya lo sé, no te estoy diciendo que acaba de pasar. Es un decir, y ya.
— No, no por eso, Tesa. Las explosiones que me estás describiendo pasaron hace más de cuarenta años.
Se rio, como burlándose de aquello que estaba pensando, pero luego vio a Tesa.
Ella lo miró, seria, como considerando las posibilidades…
Bug paró de reírse.
CAPÍTULO 11 El cielo sobre Elipse se teñía de un profundo gris a unas pocas horas antes del amanecer. Pocos eran aquellos los que podían ver más de un puñado de estrellas por la noche, los que vivían en esos edificios tan altos que escapaban de las capas de contaminación lumínica y atmosférica. El resto de habitantes que residían a pocos metros sobre el suelo se conformaban con ver el brillo de un planeta y confundirlo con una brillante estrella. Aquellos que sabían que lo que realmente veían era el brillo de Venus, Saturno o Júpiter, decidían que era mejor no arruinar las ilusiones de los demás.
La gabardina del detective ondeó entre el pesado viento de las sub-calles, nivel más bajo de toda la ciudad. Caminó por dentro del estacionamiento vacío con sus manos ocultas en sus bolsillos por dentro de un motel de paso y subió las escaleras de emergencia al ver que, por otra noche consecutiva, el elevador no servía. No fue hasta que llegó al segundo piso que se topó accidentalmente con la dueña del motel.
— Disculpa, no le he asignado un cubo. — Dijo la mujer de coletas pelirrojas al ver al hombre pasar de largo.
— Vengo de visita, voy a estar unos minutos. — El detective se detuvo ante una puerta y tocó el timbre dos veces.
La puerta se abrió apenas un instante después, y el hombre se perdió dentro. La dueña decidió no hacer preguntas y siguió inspeccionado su motel.
Dentro del cubo no había luces encendidas, las únicas pistas de luz provenían del letrero de neón que rezaba MOTEL en letras cursivas justo por fuera de las persianas de la habitación. La poca luz no dejaba ver la mugre estancada en las esquinas de las paredes, o las manchas de fluidos irreconocibles en la polvorienta alfombra que cubría todo el suelo.
El detective cerró la puerta al entrar y caminó cauteloso por el interior, examinando los rincones en busca de otra persona. Al pasar por el lado de la cocina lo vio sentado de espaldas en la mesa, distinguible únicamente por la luz que golpeaba el lado contrario de la cocina y que revelaba una silueta negra fumando de un cigarrillo - algo que solo la gente pudiente se podía costear.
— ¿Entonces? — Se quitó el sombrero y bajó su bufanda para colgarlos en el perchero a la entrada de la cocina. — ¿Qué era tan urgente como para posponer a todos mis otros clientes?
La silueta sentada succionó aire de su cigarrillo, dejando salir el humo verde, a su ritmo, sin dejarse contagiar por el tono apresurado del detective.
— ¿Qué sabes del caso de Perla?
— ¿Perla? ¿Eso era lo urgente? — El detective se rio. — Chica muerta en medio de la nada con signos de abuso, la Guardia la encuentra y encierran al padrastro porque descubren sus huellas por todo su cuerpo.
— ¿Un caso cercano a ti?
— Yo encontré al hijo de perra escondido en el subsuelo como una rata. La madre me contrató como su investigador privado. ¿Algo más que necesites para seguir perdiendo mi tiempo?
— ¿Dónde lo encontraste?
El detective titubeó al contestar.
— ¿Quién eres? ¿Qué es todo esto? — El detective dio un par de pasos hacia el hombre.
— Fue en un bar de… la calle Figueroa ¿Correcto? Apenas a unas calles de aquí.
— Sí…
— ¿Lo tuviste que convencer de alguna manera para que se entregara?
Al acercarse a la silueta pudo ver una carpeta amarilla en la mesa, abierta y mostrando fotografías de un hombre que reconoció a simple vista: el padrastro de la niña Perla, sangrando por la nariz y con moretones en el rostro.
— ¿Por qué tantas preguntas? — sacó un pequeño revolver de su bolsillo sin hacer ruido.
— Encontré algo que podría ayudarte en tu investigación. El padrastro tenía signos de ser violentado cuando lo entregaste, pero eso no lo mencionas en ningún reporte oficial.
El detective se acercó sigilosamente hacia él, sacando un arma de su gabardina, una pistola silenciada que apuntó directo a la nuca del hombre, cubriendo su cara para que no le salpicara sangre.
— ¿Y sabes qué es lo más raro? — Continuó el hombre, volviendo a succionar de su cigarrillo.
— ¿Hm? — El detective estaba sudando.
— Que ninguna de las confesiones que dio el padrastro se parecen entre sí. Como si… las hubiese inventado todas. ¿Pero por qué mentiría estando en custodia?
El detective estaba a punto de jalar el gatillo cuando sonó el timbre de la habitación. Bajó su arma de inmediato. La silueta no se inmutó, tan solo volteó su cabeza levemente a la puerta.
— Deberías atender, no queremos vernos sospechosos. — El hombre regresó su mirada a la carpeta de investigaciones.
El detective, sudando a chorros y tragando saliva, salió disparado a la puerta con intenciones de escapar. Al abrir la puerta fue sorprendido por el rostro inerte de la dueña del motel, su mirada fija en sus ojos.
— Disculpa, yo ya me… — Perdió el aire, incapaz de respirar de ninguna manera mientras la mujer lo forzaba a caminar hacia de regreso hacia el cubo, a la vez que cerraba la puerta tras de ella.
El detective dejó caer su arma al suelo y volteó hacia abajo para ver su herida, una daga encajada en su pulmón y desangrándose casi a un ritmo exagerado. La mujer se desvaneció en un desenfoque digital, revelando que su apariencia no era más que una ilusión. La figura frente a él era andrógina y esculpida en un traje negro sintético de cuerpo completo. Llevaba un casco lizo y reflejante, y en su muñeca yacía la daga enterrada en el pulmón del detective, la cual retorcía lentamente mientras que él se desplomaba sobre sucia alfombra, haciendo volar el polvo ahí estancado, ahogándose con su sangre al intentar respirar.
Volteó a verla una última vez, topándose con su propia imagen reflejada el casco. Finalmente, el hombre se desvaneció por completo y murió sobre esa misma alfombra inmunda.
La asesina se levantó una vez confirmada la muerte del hombre, notando la presencia de la otra persona dentro del mismo cubo. Se acercó a él, deteniéndose apenas al entrar a la cocina. Sus pasos no hacían ruido, pero incluso sin verla se podía notar su presencia acechar como aquella de un demonio.
— Antes de que me amenaces, me gustaría que supieras que todo esto fue una trampa. — El hombre cerró la capeta e inclinó su cabeza como forma de relajarse. — Para él, claro. Contactarte es difícil, creí que regalándote al individuo en bandeja de oro con todo y las pruebas de tus sospechas sería suficiente para… tener una pequeña reunión. — Levantó sobre su cabeza la carpeta como una ofrenda, pero no fue tomada.
— Bien, como gustes. Quisiera discutir un trabajo contigo. — El hombre se levantó de la silla y por fin volteó para encarar a la asesina. Era el mismo hombre que no hace mucho estaba en el edificio más alto de la ciudad, con su mismo traje fino y siendo vagamente iluminado por esa tenue luz neón. Le ofreció una ligera sonrisa antes de continuar hablando.
— La mítica Void. — Se separó de la silla y caminó un par de pasos hacia ella. — Aquella que luchó codo a codo con el escuadrón ExMáquina, la mejor cazadora de Elipse; siempre me ilusionó conocerte en persona… Por mera curiosidad, ¿es cierto que tu moto se maneja sola?
— ¿Qué quieres? — Dijo Void en una voz fría y robótica, aun en postura para atacar con su daga ensangrentada.
— Tus servicios, claramente. Tengo un pequeño… problema que resolver.
— Que tus ejércitos lo resuelvan.
El hombre se rio.
— No, ellos no pueden resolverlo, lastimosamente. Ser más famoso que el presidente no me permite hacer todo lo que me plazca ante el riguroso ojo del público.
Caminó hacia la ventana, volviendo a mantener una pose como de soldado para ver por fuera de la persiana.
— Qué lugar más pútrido.
Void caminó al lado opuesto de la mesa, volviendo a tener frente a ella la espalda del hombre.
— La niña. — Dijo Void. — Por eso estás aquí.
— Tus habilidades de deducción son tan buenos como imaginé. — El hombre volteó con Void de nuevo. — La quiero muerta, y la quiero para ayer, ¿y quién mejor para esa tarea que tú, la legendaria Void? Naturalmente, deberás de completar el trabajo en el más absoluto secreto, quiero que cualquier investigación hecha por la Guardia sea resulte en la conclusión de que su muerte fue gracias a disputas en las calles, una desafortunada bala perdida, algo por el estilo. — Hizo una pausa, organizando sus pensamientos. — Seismic la quiere viva pero no lo puedo permitir, es demasiado peligrosa como para arriesgar capturarla. No quiero una guerra en mi ciudad.
Ambos se mantuvieron expectantes el uno del otro. Void apenas e indicaba algún tipo de vaga emoción mediante su cuerpo. El hombre le sonrió de nuevo, de esas sonrisas vacías que se usa para venderle un fraude a los inocentes.
— No tienes nada que ofrecerme.
— ¿Perdón? Corrígeme si me equivoco, pero te acabo de entregar al abusador y asesino en serie más buscado del país, su sangre todavía no deja de enfriarse mientras hablamos. Un favor por un favor, ¿cierto? Así se hacía en los viejos tiempos, en tus tiempos.
Tenía la razón. No podía simplemente decirle que no a un trabajo así, no después de lo ocurrido. La trampa sí había sido para Void, había tomado su recompensa antes de tiempo y deslindarse de un trabajo tan importante con este hombre sería una sentencia de muerte. No podía arriesgarse a decir que no, y el hombre lo sabía.
Se te será entregado un informe completo acerca del caso Perla con una edición revisada y la información confidencial que tenemos de nuestro detective muerto, además de las pruebas necesarias para señalarlo como el único asesino de las otras cinco niñas.
— ¿Cómo consiguieron esa información?
El hombre ignoró la pregunta.
— Y con respecto al trabajo que te estoy solicitando, nadie puede saber que estás trabajando en el caso, nadie puede saber que hablé contigo o que hay la más ligera conexión entre Seismic y tú. Elimina a quien sea necesario para completar tu misión. Debo volver a dejarte en claro que la necesito…
— Muerta. — Void interrumpió. — Lo sé.
— Excelente, entonces estamos compaginados. — Caminó y se puso justo al lado de Void, demasiado cerca de ella, cambiando su tono a uno más suave y sombrío. — Void, confío en que tienes una idea clara de qué pasará en caso de que falles. —Hizo una reverencia y caminó por encima del cadáver del detective antes de salir del cubo. — Tienes dos días.
Al escuchar cómo la puerta volvía a cerrarse, Void se desplomó sobre una de las sillas en la cocina y revisó la carpeta que había traído para atraer al difunto asesino. Ahora le parecía obvio, la Guardia tenía acceso ilimitado al sistema de seguridad de la ciudad, podían espiar llamadas, visores, pupilentes inteligentes, veían todo lo que ocurría en las calles - si les venía en gana. Toda esa información y jamás la utilizaron para encerrar al verdadero culpable. Y no solo eso, tenían el poder de acusarlo y condenarlo, de ser juez y jurado, y sencillamente no le prestaron atención.
¿Cuántas veces habrán hecho lo mismo? ¿Cuántas veces habrán sabido todo y decidido hacer nada?
Era inútil divagar en ello, la respuesta seguramente sería atroz.
Después de cerrar la carpeta, Void le puso atención al segundo archivo que el hombre le había dejado justo por debajo, una con el nombre impreso:
PROYECTO T.E.S.A.
nada eso, despues de unas semanas sin reddit entré y vi que me habian cambiado el nombre, la descripcion, pusieron links de of y twitter y me suscribieron a bocha de subreddits pornos turbios para spammear. primero me preocupé y despues me jijie de risa, borré todo pero en algunos subs porno sigo suscripto no me quejo.
la ip hacker era de EEUU, cambien la contraseña
¿Cómo puedes ponerle like al post de su libro que habla sobre sus años en el MRTA? ¿Cómo dejas que te comente y le contestas con cordialidad? ¿Cómo se te ocurre promocionar su evento cultural? ¿Te parece normal que comparta tu columna en su muro? ¿En serio? ¿Te parece válido que una persona así siga hablando? Todas estas preguntas son muy idiotas, pero podríamos ensayar una respuesta:
—Se llama posconflicto, estúpido.
Por supuesto, en el Perú no sabemos qué es el postconflicto, porque desde hace algún tiempo la oficialidad —y el progresismo manso que se allana— se empeña en negar que alguna vez haya tenido lugar algún conflicto armado, y cierra toda posibilidad de reflexión conjunta sobre lo ocurrido. Ese esfuerzo existió hace mucho, y participaron varios de los los actores de los años de violencia. A la CVR la palabra Reconciliación le quedó grande, es cierto, pero consiguió cosas notables: senderistas que hicieron estallar bombas y emerretistas que secuestraron hasta la inanición y la muerte hicieron públicas sus autocríticas y su arrepentimiento, su mirada atrás, para que el Perú pueda asomarse a sus mentes, venciendo la resistencia generada por las heridas. Esas declaraciones están en el Lugar de la Memoria, si es que todavía alguna mano negra no las ha borrado de allí.
El espíritu de esas sesiones públicas era todo lo contrario a la impunidad o a la apología a las viejas banderas y métodos. Varios de los que hablaban allí estaban en ese momento purgando condenas largas debido a sus crímenes. Relataban los hechos que protagonizaron y hacían un inventario de sus culpas. Interpelados por la historia, comparecían.
Uno de ellos fue Peter Cárdenas Schulte, cabecilla del MRTA y responsable directo de crímenes de sangre. Todo movimiento guevarista (el MRTA lo fue en sus inicios) tiene militantes políticos, estrategas, soldados rasos y también hombres fuertes sin clemencia encargados de operaciones especiales. Cárdenas perteneció a este último grupo. Repasar sus crímenes resulta, todavía, perturbador. Ante la CVR, compartió su punto de vista, su reflexión crítica, su renuncia a la lucha armada, su pedido de perdón a las víctimas.
Años después, Cárdenas salió en libertad luego de cumplir su condena. En televisión, volvió a pedir perdón y se mostró contrario a la violencia. Resultó moderado, al punto de criticar autoritarismo chavista de Venezuela.
¿Por qué entablar una conversación cordial con alguien como Peter Cárdenas? ¿Por qué tenerlo en las redes sociales? La pregunta es válida, aunque no con el tono estimatizante con que la hacen individuos que no tienen ningún problema en tomarse un café con violadores de derechos humanos impunes. Una respuesta posible: porque es legítimo creer que el arrepentimiento existe. Sobre todo si la persona en cuestión pagó con cárcel, si no ha vuelto a delinquir, si no reivindica sus crímenes ni niega lo hecho.
Es cierto que uno puede desconfiar del arrepentimiento, y que no aceptar el perdón es una decisión personal válida. Lo que no se puede hacer es criminalizar a quien, creyendo en el arrepentimiento y en el perdón, acepta acercarse al mundo interior de personas que purgaron prisión por sus delitos, para saber qué piensan y qué pensaron, qué los llevó a hacer lo que hicieron.
Le dio like a un terruco, quítenles los fondos para su película. Abran una investigación.
Es curioso: en profesiones creativas y artísticas el trabajo con reos en cárceles es una actividad recurrente. Talleres literarios. Expresión corporal. Pintura y dibujo. De hecho, ciertos exprogresistas que hoy botan espuma contra películas que presuntamente “humanizan” a subversivos, han hecho, en el pasado, auténticas romantizaciones de los esos presos, cautivados por sus vidas equivocadas, sus demonios interiores. ¿Por qué con un exsicario sí se puede y con un exterrorista no?
El final de la autocracia corrupta de Fujimori y Montesinos abrió un espacio para construir algo parecido a un posconflicto. La memoria cruda —en forma de testimonios y fosas desenterradas— nos golpeó en la cara. Como la auditoría de una empresa oscura que ocultó sus manejos, tuvimos acceso al sinceramiento de los crímenes, conocimos como nunca del nivel de barbarie de ambos bandos. La idea era conocer lo que pasó y también prepararnos para conversaciones que tendríamos que sostener años más tarde, cuando terroristas subversivos y terroristas de Estado salieran a libres por el cumplimiento de sus condenas. Era el marco previo para la inevitable reinserción a la sociedad de esas personas.
En algún momento esa idea de un posconflicto sano, en el que se respetaría la justicia del estado de derecho —lo que incluye el respeto a la excarcelación—, se cambió por un plan distinto: evitar cualquier diálogo, convertir a los presos y liberados en el elenco para el montaje de la resurrección del cuco terrorista. Distintos gobiernos se han empeñado en ejercer presión política para que los presos por terrorismo no salgan a pesar de haber cumplido su condena, mientras que sucesivos parlamentos han dado leyes para que, aquellos que salen, vivan una especie de muerte civil (con dificultades para trabajar).
Todo esto mientras se acentúan los esfuerzos por borrar de la historia los documentados casos de masacres y torturas por parte de las Fuerzas Armadas. Y tampoco es que en esto haya una intención de recordar a detalle los crímenes de los grupos subversivos. Se prefiere una memoria enunciativa, gruesa, selectiva, solo funcional a la estigmatización, que no lleve a escarbar mucho. No hables, no recuerdes, no humanices. Solo condena (a una parte), trata como parias a estos infelices.
El objetivo final, supongo, es evitar cualquier posibilidad de que consideremos la historia de la subversión como nuestra historia. Negar el parentesco (que a veces es sanguíneo, como en La piel más temida), las coincidencias, la identificación que llega con el ejercicio de la empatía. Negarnos a hacer este ejercicio no solo en la vida real, sino incluso en ficciones mesuradas. La cautela es lo más automático y nos sale muy bien: mejor no darle like al terrorista. O al amigo del terrorista. Ni mirarlo. Es un acto de coerción sutil, pero ni siquiera nos damos cuenta.
(Por Juan Manuel Robles. Hildebrandt en sus trece # 686)
Título original del texto: Amistades Peligrosas